viernes, 20 de noviembre de 2009

A propósito: Metros cuadrados.

Hace ya treinta años que camino los mismos pasadizos y abro las mismas puertas. Treinta años en que mis cortinas han sido corridas pocas veces; tres décadas en las que estas paredes han enmarcado mi vida.

Todo lo que he dicho no es metáfora, hablo en concreto; y es también el concreto del que hablo. Paredes, ventanas, pasadizos, balcones.

Acá, donde ha habido graduaciones, reuniones, bienvenidas, despedidas, conversaciones, caídas y confesiones.

No he tenido un cuarto, he tenido varios. El primero; donde estaba mi cuna y mi primera cama. Años después me mude por una corta temporada al que vendría a ser el segundo, cuando no quería ver la oscuridad de mi primera habitación; mis padres viajaban y mi abuela estaba sola en su cuarto; yo metí mi cama en su cuarto para que no estuviera sola. Un caballero de juguete. Pasó el tiempo, y ya había regresado a mi cuarto inicial. El papel mural de dibujos animados iba rompiéndose, así como un cascarón. Inclusive el cuarto quedó blanco también, pero por muy poco tiempo. Pegué mis primeros pósters de revistas de guitarra, de surf, de preocupación por el planeta, de reflexión social; todo en busca de una identidad; y de ese cuarto salí cuando ya creí tenerla. Todos por la misma tijera. Me fui a otro cuarto, lejos; donde no necesitaba tanta decoración, solo quería que sea mío. Ahora estaba lejos del cuarto que era de mis padres. Muchos años después perseguí un sentimiento, de esos que me hacen cruzar el planeta; y pues ahí me llevó, tuve un cuarto por allá también. Luego desperté, estando en el cuarto en el que estoy ahora; pródigamente y a sabiendas de que era temporal. El cuarto donde estaba mi cuna. 360 grados desde que nací, y en unos cuantos días dejara de ser mi cuarto.

Dejaré esta fortaleza de la soledad; dejaré mi cama para dos, mi baño que a veces no se abría. Cerraré la sala de cine, la cantina, la música y los juegos.



Todo eso tan sólo quedará en mi mente.



En los viajes que he tenido, el final perfecto era verlo.
Ahora sé que jamás regresaré a mi cuarto a pesar de tener uno nuevo donde sea.
Les dejaré las raíces a los árboles.



Hace unos días pensaba en lo mucho que las personas tememos a la muerte, y cuanto creemos que necesitamos trascender. Pues qué mejor forma de alegorizar ese ciclo; que matando mi cuarto.

A propósito: Pasión hasta la muerte.

En la realidad peruana hay dos palabras que al juntarse provocan el inmediato recuerdo de violencia casi animal y sangre. Barras bravas.

Una joven contadora lanzada por la ventana de un vehiculo en movimiento como si fuera un desperdicio, está ahora muerta.
Otra joven adolescente de 16 años, que muchos años antes de alojar una criatura en su vientre; alojó una bala que le destrozo el colón, los ovarios y la confianza en el prójimo. Confianza y fe que también fueron puestas a prueba para un devoto del señor de los milagros que ayudaba con la decoración del recorrido mientras rezaba como jamás lo había hecho, y quizá ya sin palabras coherentes, en el momento que le destrozaban el rostro con piedras y le abrían el cráneo con ladrillos.

Nos podemos dirigir a Dios, a los políticos o a dirigentes deportivos, pero los muertos seguirán bajo tierra, la sangre ya habrá sido pisada en estampidas y los padres seguirán recordando a un hijo con la traquea abierta por el primer objeto afilado que encontró un hincha. Un aficionado al fútbol que patea más cráneos que pelotas.

Comando Sur, Trinchera Norte; no debe ser coincidencia que ambas hordas ostenten alusiones militares en sus denominaciones. Los creadores de ello muy probablemente se sentían en guerra; querían armas. Necesitaban el poder fálico que en algún momento les faltó o que arrastran como una carencia durante toda su vida. El militar no porta tan sólo armas, porta metralletas, porta afrentas fálicas tan grandes, que quien quiere usar como insignia estas denominaciones, puede estar haciendo muestra de que tan grande es su inseguridad ante las amenazas que marcaron esta necesidad.

De donde nace esta agresión? A pesar de ser el intento de análisis un fenómeno social y de ser muchos casos individuales que analizamos, es decir; muchas mentes; estas mentes forman una bestia de miles de cabezas. Y seguramente que al decir la palabra bestia, podemos recordar rápidamente un neardenthal que al no poder llegar a un acuerdo entre gruñidos con otro de su especie recurría a darle una pedrada. Frustración.

Es entonces la frustración; la base de la agresión. Y es fácil hablar de frustración en nuestro país; frustración por las injusticias sociales; por la segregación, por las políticas deficientes, por el olvido de barrios marginados. En una esfera más personal; la frustración de no tener que comer, de vivir hacinado, en tugurios, en casas que transmiten la fragilidad del material con que están hechas a la constitución del Yo de los niños que crecen ahí. Frustración de recibir maltratos en la propia casa, por los propios padres, de violaciones. De abandonos, de hijos con un solo padre o una madre. Que desarrollarán más que una sed por el fútbol, una sed de identificación, que los lleva a ver a su alrededor. Y lo que hay alrededor, en varios barrios grises que evitamos ver, es muchas veces más violencia. Violencia en las calles; en las propiedades que dañan para determinar el “poder” de la barra. Y también impregnada en las pintas de las paredes que no son más que pruebas proyectivas extendidas en toda una cuadra.

Tanto huellas en la calle, como huellas que pretenden ser grabadas caprichosamente hasta en el ADN por las primeras personas que ve un neonato de barrio marginado. “De la U como yo”; “Grone desde bebé” habrá dicho el padre de uno de los 10 pandilleros prontuariados más salvajes y buscados por las municipalidades en estos años.

En este análisis hablamos de los grupos que se forman en barrios olvidados porque si bien existe el mismo potencial de violencia en todo ser humano; el abono perfecto para la frustración lamentablemente esta esparcido en varias de estas zonas.

Es muy claro que en otras zonas donde las cosas aparentemente no son tan grises, hay también muchísimos problemas por resolver. En todos existen conflictos subyacentes que deben desenmarañarse, es obvio también que el psicoanálisis nos brindaría muchísimas luces, porque si hay un patrón común en casos como estos, es en esencia la crianza, los primeros años, la influencia de los padres y los traumas. Todos estos no distinguen zonas, ni clases. Muchas veces vemos crímenes más cruentos en esferas sociales más altas, sin embargo siempre son comentados en voz baja. Al haber compromiso de intereses, las cosas cambian, y es justamente lo que acá se quiere aprovechar para la discusión, el crimen sin ningún miramiento, que no piensa en consecuencias; la violencia pura de un ser humano matando a otro y regocijándose al derramar su sangre.

Hacer daño con lo que se encuentre a la mano, una piedra, un ladrillo, un vidrio, un tubo doblado, un palo con clavos. Violencia fácil. Y así como el barrio influye en la barra, también sucede la inversa; encontramos en estos sectores gran influencia de estas; muy visibles en las conductas externas; que van desde la ropa, la forma de hablar y como todo en estos tiempos; impregnando las redes sociales en Internet.

Una exploración rápida, una búsqueda sin palabras claves en estas redes confirma la gran presencia de esta subcultura. Así como en las paredes del barrio, también el graffiti puede ser virtual. Encontramos fotos de grupos grandes de barristas, muchas veces tapándose la cara con polos, mostrando pancartas, con escudos de ambas armadas. Grupos que van desde 4 ó 5 hasta 20 ó 30. Primera característica en común de la gran mayoría de fotos de un chico de barra brava: el grupo. Muestra claramente lo que más necesita; pertenecer a una familia. Una familia donde haya fidelidad, donde los miembros literalmente den la vida uno por otro; donde haya lazos de sangre. Sangre derramada. Una familia donde se siga un código de comportamiento de manera estricta y no haya abandono. En la familia del comando y de la trinchera no hay norma que se imponga desde afuera, la regla se construye dentro del clan y se sigue para formar parte. Buscan pertenencia.

En un país como el nuestro donde la informalidad es cada vez más creativa, el joven busca un orden; un orden salvaje si, pero al fin de al cabo un orden en el que pueda creer y confiar. Porque el barrista marginado no cree en la Policía nacional del Perú, aquí a la policía no se le respeta, diría un barrista - Porque los policías mismos no los respetan, ellos solo respetan la plata.

En casos individuales, la razón del poco respeto a la autoridad también muy posiblemente se basa en un fenómeno de proyección de aquella figura paternal que propiciaba golpes, ante la que ahora el barrista maltratado no mostrará pasividad.

Si se sigue viendo las huellas que dejan estos barristas en la Internet, podemos ver en fotos que inclusive que son ya tan solo palos, piedras y tubos rotos los que ostentan fálicamente, sino armas de verdad, revólveres. Más allá del análisis inicial, se debe notar que para la gran mayoría de los barristas a los cuales nos referimos; el enfrentamiento cotidiano desde la infancia ha sido una constante en todos ellos; no sólo para probar hombría sino para imponer respeto al espacio mínimo personal en el hogar. Se han encontrado entonces midiendo fuerzas desde los primeros años de vida; con la consecuencia lógica de siempre perder ante el adulto, ante la autoridad. El resultado; frustración desde temprana edad. Más violencia para la barra.

Ahora, no tan sólo tienen armas de fuego y están siempre en grupo, sino que también en las fotos aparece alguna alusión a las drogas. La ya tan característica hoja de marihuana clarísima está en muchos de sus afiches, en los grafittis y en la la jactancia de consumirla al momento de conversar con ellos. No faltan ya tampoco algunas fotos donde aparezca un paquetito de polvo blanco para darle más mística al asalto visual.

En un orden social que desde muy chicos los expulsa, ellos buscan un prestigio, luchan por un espacio y quieren recompensa. Ya no importa con qué, pero lograrlo; con clandestinidad, teniendo armas y hasta con intentos de emular el poder de un narcotraficante colombiano teniendo al menos un paquetito debajo de la cama.

La resolución de la soledad, el miedo logrado a través de esta acción, una cohesión virtualmente indestructible de jóvenes inseguros e incapaces de elaborar otro proyecto para sus vidas, se materializa en formar una barra, y se termina de consolidar a través del apodo, de la chapa. Se completa ahora sí la construcción de una nueva y más fuerte identidad. Será un maldito, un guerrero, un berraco, pero será fuerte.

Se habla entonces de la influencia afectiva en estos clanes; donde se expresan sentimientos que ni en la propia familia habían nacido. Hay entrega, lealtad, y cooperación con los del mismo equipo. Todo puede resumirse en algunos cánticos y lo escrito en muchas banderolas de un clásico:

“U, solo me falta hacerte el amor”,
“Desde mi nacimiento no te deje de amar, y el día que me muera yo quiero mi cajón pintado crema y rojo, como mi corazón”; aquí el hincha de la U parece desear una vida muy corta.
“Yo soy de Alianza.. y yo quiero verte campeón, por ti dejaría mi alma.. Vamos, vamos alianza, quiero verte campeón”
ó“Alianza Lima corazón”; el equipo aliancista se carga literalmente, en el centro del pecho.

Existe pulsiones eróticas; pero también hay una descarga thanática muy abrumante y que preocupa muchísimo a la sociedad peruana.

Ya que en la U “tienes el orgullo de haber nacido superior”
“Ya veras, que cuando demos la vuelta, vas a llorar cagón”

Los de Comando parecen tener buena capacidad lírica y hasta cambian la letra a una canción popular argentina:

“Como me voy a olvidar cuando quemamos el gallinero,
como me voy a olvidar si esos cabros se nos corrieron..
Quiso el destino, el azar, que otro estadio te construyeran y no nos vas a llegar..
porque Comando también lo quema..”

Inclusive parecen ya defenderse de cualquier psicoanálisis que se les quisiera hacer:

“Dicen que estamos locos de la cabeza, tu vieja! pero eso a la hinchada no le interesa, ni mierda!, Señores, soy de Comando y nadie nos va a parar, que vengan esas gallinas parar correrlas una vez más.. vamos grone, vamos grone”·

En una de las fuentes consultadas se encontró un termino interesante; “emoción por la violencia”; describiendo el placer en la transgresión de normas y en los actos violentos como disfrutes hedonistas. Hay inclusive testimonios de barristas que sonríen y parecen mostrar excitación luego de haber acuchillado o tan sólo al recordar a unas de sus víctimas. Muestran orgullo, y prácticamente un nulo autocuestionamiento y autocensura. Para ellos es el ideal ser protagonista de una bronca y defender el honor del grupo.
Nada de honor, pura destrucción. Thanatos en carne viva.

Desde luego que la violentación del mundo es un fenómeno global, pero por qué en el futbol? A nivel de nuestra sociedad, el modelo típico de macho está diluyéndose entre modelos de hombres más sensibles y respetuosos. Algunos hombres ya aceptan inclusive llamarse metrosexuales y buscan agradar a una mujer a través de una sofisticación estética. En respuesta, el género entero parece entonces necesitar una válvula de escape, y esta se formó al conjugar el fútbol con agresividad, y en casos donde se suma aún más frustración marginal a la ecuación; violencia encarnizada en forma de barras bravas. Son entonces estas barras, uno de los pocos espacios y uno de los últimos bastiones, donde se reproduce una cultura netamente masculina. Y no por ser tan solo los valores “del” macho, sino por ser valores que en una cultura como la nuestra se premian; es decir; el “achorado”, “el que atrasa”, “el que pega”.

Y en principio porque el futbol? Qué otro deporte hay en el Perú? Ni Granda, ni Mulanovich ni voleybolistas nuevas o viejas han logrado desterrarlo de su trono. El futbol; el más accesible a todos. Marcas en el piso dos arcos y pateas algo. Por eso el fútbol. Un deporte más, como muchos, en donde la dinámica subyacente es canalizar o sublimar emociones que no caben en el estricto trabajo, en la familia querendona, pero si en la agresión contra el rival del partido de turno.

Como contrarrestar entonces esta violencia? El psicoanálisis nos da luces de la raíz del fenómeno en general; nos puede mostrar una actitud fálica, competitiva, desde en un inicio y una fijación anal expulsiva que es característica común a estos rasgos antisociales y violentos, pero esta no es terapéutica como lo dicta el objetivo mismo del psicoanálisis; el cual en realidad es ensanchar el autoconocimiento, para que el sujeto o la turba de sujetos tenga la voluntad de cambiar. Y eso es justamente lo que cómo país nos falta. Voluntad.

Por otro lado, lo que nunca faltarán serán las excusas testimoniales que mueven al barrista:
“yo siempre fui blanquiazul de corazón. Así comenzó mi camino al lado de Alianza, solo terminará cuando me muera.. me une al resto, los jugadores, nuestro ídolos, esa es la base de todo”
“la gente ve otra cosa, ve demasiado, nosotros que estamos adentro, sentimos diferente, todos somos hermanos, aparte que estamos ahí en una misma razón”
“Mirando un partido uno encuentra pasiones, emociones que en otra parte no hay“;
pues lo contrario, de vivir más, uno puede encontrar tantas pasiones y emociones que giran más que una pelota de futbol. Hay que vivir más. Y eso justamente es lo que estos barristas ya no pueden decírsele a sus victimas.