jueves, 6 de septiembre de 2012

Once y diez.

"(...) pero no te parece increíble?; o sea, cada uno tiene su vida, es como una burbuja y ... uno no sabe que sucede en cada una de esas burbujas" - A. S.

Hace 28 años.

Inconformidad heredada. Alberto había nacido en una familia de clase media. Una familia competitiva. Tenía pocos juguetes; y por si fuera poco; también.. pocos amigos para compartirlos. Los fines de semana de verano iba a un club de veraneo de Policías, al que su padre, un general dado de baja(prematuramente), tenía derecho de ir por sus servicios (con muy buenos descuentos).
Desde muy niño veía a su padre presentarse a sus colegas cerca del bar; al lado de la piscina. Ya se había acostumbrado a escucharlo decir sus logros y reconocimientos desde las primeras frases a estos desconocidos.

- Si, también tuve otra condecoración esa vez, pero fue una cosa de nada.
- Me imagino, mi General. Lo que no entiendo es su retiro, porque cuando ..
- Si, yo tampoco lo comprendí. Pero Ud. sabe; cuando a uno le va bien; los demás..

Esa era la parte a la que llegaban los usuales diálogos que Alberto casi ya había memorizado.
Lo demás, las inferencias de estas conversaciones, no las pensó hasta décadas después.


Es justo en este club, que su padre se había planteado un reto personal. Él era un tipo que jamás dejaba pasar la oportunidad de embarcarse en distintos desafíos. A su esposa; la madre de Alberto, ya no le sorprendía su forma de ser; “tú ya no cambias, por gusto te hablo” - repetía su cansado cliché familiar. La razón: había visto que su hijo no socializaba mucho y quería revertir la situación. Si, amable el muchacho, y todo eso; pero ya debe ser mas suelto. Claro que Alberto tenía un par de amigos cercanos que también eran hijos de policías; pero estos iban sólo algunos fines de semana al club.

Se le ocurrió una idea rápidamente (y se halagó mentalmente a sí mismo); meter a su hijo en las clases de natación que se ofrecían por las mañanas en el club. Ahí habrá más chicos, de hecho que sí, listo, solucionado – pensó. Lo que no pensó detenidamente era que estas clases si causarían un nuevo balance a las pensiones familiares. No hay problema; reducimos esto, y ya no gastamos por acá y listo, fácil, no te hagas líos, mujer – le dijo a su esposa. Por qué se tuvo que retirar de la policía? Es un tipo inteligente.

Primer día de clase. Alberto no entendía el porqué estaba ahí; pero con 11 años solo sabía que sus padres tomaban las decisiones, punto. Le enseñaron a flotar con una tabla de espuma color celeste pastel; hizo estilo libre, espalda, mariposa y a bucear 10 cms. por debajo de la superficie. Qué Jacques Cousteau ó qué ocho cuartos.

De eso no se acuerda casi nada al día de hoy; pero aprendió algo más que no tenía que ver con brazadas y pataleos.

Junto a él sólo habían dos niños más: Giancarlo y Andrea. Trabajo y dinero fácil para el profesor; pero dura derrota para el ego de su padre.

- Qué solo dos chicos mas?
- Si, pero el profe enseña bien y ..
- Ah qué bueno.. - con la edad y más canas, su padre aprendio a decir esa frase con mayor cinismo.

Giancarlo era un niño problema. Si, de esos que se ven en las peliculas. Travesuras practicamente todo el tiempo. Padres permisivos y "que el chico se exprese". Sin embargo; Alberto no vió tantas de estas travesuras. Sólo escuchaba lo que le contaba el padre de Giancarlo a su papá. Y agradecía en el fondo que Giancarlo se escapara con mucha frecuencia de las clases de natación.

Andrea. A ella le dieron una tabla rosada. Si este parrafo de su vida estuviera a cargo del corazón de ese niño que Alberto fue; estaría lleno de su nombre y de las sensaciones agradables que empezó a conocer. Andrea; una niña; en ese entonces; que logró despertar esas primeras inquietudes; esas miradas tímidas y esas emociones desconocidas que le decian que todo era mas agradable al estar a su lado.

No cruzaron muchas palabras, no tuvieron una conversacion sobre el amor ni debatieron qué sentian el uno por el otro. Aunque, contaré un secreto: Andrea no sentía lo mismo que Alberto, para ella era un niño, chistoso; lindo también, pero uno más.

Ahora; decadas después Alberto no recuerda con exactitud; pero estas fueron las algunas de las frases reales que aún siguen en alguna parte de su memoria:

- Eres de Miraflores?
- Has comido ese helado?
- Cómo se hace lo que dijo el profe?
- Qué bonito tu reloj!
- Qué chistoso (luego que Alberto hizo una mueca)
- Vamos a los juegos .. o tienes miedo al columpio?
- Sabes jugar ping-pong?
- Ya me voy; chauuu! (una corta y graciosa despedida que ella utilizó una vez en el segundo verano que practicaron natación)

Fueron varias situaciones; aunque pocas; en las que se desarrollaron algunos diálogos más. Ese verano las clases terminaron; y un nuevo plan del padre de Alberto estaba por gestarse. Pero lo que más recuerda Alberto es cómo Andrea lo recibió nuevamente en la primera clase del proximo verano.

Un abrazo de casi 5 segundos; precedido de un grito de Te extrané!. Algo simple, "nada", pensaría décadas después si se le contara esto.

Ese segundo verano comieron el helado que tanto quería Andrea; comprendieron casi todo lo que decia el profesor y tuvieron más conversaciones pero ahora sí, con más sonrisas y autenticidad de parte de Alberto. Si venía Giancarlo a fastidiarlos ya ni importaba. Pero, pasaron unos dias más de clase y Andrea dejo de venir.

Alberto sentía que si pasaban más dias el también podría abrazarla. Por eso se sintió tranquilo los primeros días de su ausencia. Pasaron las semanas y jamás regresó.

A Alberto le parecio oir el nombre del padre de Andrea en una de las conversaciones posteriores que tuvo su papá. Y si; tambien hablo de una que otra condecoracion.

Pero Alberto olvidó; pasaron más veranos; pasaron más ilusiones. Pasó de la mirada tímida a las preguntas curiosas, y luego, con más años; a las más directas. Vino su primer amor (explícito), empezó a ir a fiestas (mixtas) vinieron enamoradas, y si, no fueron pocas. Alberto aprendió a utilizar esa mirada que hizo que Andrea sonriera varias veces. Conseguir una enamorada no ´le fue difícil una vez que aprendió. Su padre estuvo finalmente contento con su sociable hijo con el pasar de los años. Si, mi hijo, medio distraído en algunas cosas, pero dile para salir y al toque está con sus amigos..y con las chicas.. Y pasaron las décadas, nunca aprendió a nadar. Desde que ese tiempo en el  que se acababan los dedos para contar los años, se le fue olvidando todo eso. Pasaron muchísimas cosas.


Ahora con 39 años, casado y con tres hijos, está en la fila del counter de una aerolínea internacional, a punto de viajar con su esposa y sus dos hijos (de su segundo compromiso pero único matrimonio). Va de viaje a Europa. Los chicos deben conocer más países y culturas, los hace personas con más bagaje de conocimientos, más experiencias de vida - dice ahora él.

Coincidencias. Adelante de la fila está Andrea. Él ya no la recuerda. Ella tampoco.

Aunque podría poner algo más a la lista mental de las veces que hablaron en el total de su vida.

Permiso. - le dijo ella para salir de la fila del check-in. Él ni le respondió. Ni se miraron. Uno de sus hijos pudo haberla señalado, porque la vió con un celular llamativo; pero en realidad nada pasó. Nada.


"... uno no sabe que sucede en cada una de esas burbujas". Así es, tienes mucha razón.

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