domingo, 3 de enero de 2010

Sereno / Un regalo

No puedo dejar de temblar. No es por miedo; siempre he luchado contra el temor.

A pesar de ser menos que una hormiga en el cosmos; siempre me he rebelado contra todo lo que interfería en el control que tengo de mí mismo. Han pasado los años, he vivido muchísimo y una paradoja me matará; un movimiento constante no deja que me mueva. He perdido el control de mis movimientos. Si escribo esto lo hago con muchísima dificultad.

Ya no puedo ansiar las cosas que no puedo hacer. Pero las recuerdo y lloro. Y lo hago por dentro, porque tengo hijos, y tengo nietos. Y lo más absoluto que he aprendido de la vida es que no tiene de justa, pero el creerlo es vivir y ese es el último regalo que quiero darles a quienes amo. La fe siempre me fue escurridiza, pero la juntaría arrodillado y con gotero para dejarles algo un poco más bueno a ellos.

Tengo que pensar en regalos así; en los intangibles. Ahora solo puedo imaginarme como es que envolvía los primeros regalos que les hacía cuando estaban pequeños; esos que sacaban las sonrisas más impecables. Me llenaban de tanta alegría. Debe habérseme quedado algo de mi padre al menos. Ya entiendo porque buscaba tanto los juguetes que me gustaban. Creo que eran robots. Quisiera tanto envolver un regalo siquiera. Quisiera tanto recordar las cosas como realmente fueron. Me dicen que a veces recuerdo mal las cosas.

Extraño pararme, un simple acto que ya no puedo hacer. Recuerdo esos goles que, si bien eran escasos los domingos, me hacían ser el héroe de la canchita. Qué será de mis patas? Ya no puedo llamarlos. Con el pensamiento mil veces, pero espero que mis nietos se aparezcan para hacerme el favor de marcar el número; cada vez sus pequeñas vidas son más ocupadas. Yo lo entiendo.

Mi mano no deja de temblar y recuerdo como fueron cayéndoseme los primeros vasos de agua, de cómo me reía de mi torpeza. De cómo dejó de ser un chiste habitual para convertirse en un diagnóstico preocupante. No me siento como una vela que se va apagando románticamente de poco a poco; siento que soy una construcción a la cual sacuden sin piedad y que quedará reducida a escombros atómicos, a pesar de haber sido sólida y confiable por décadas.

Ya supongo que me reuniré pronto contigo Normita, y que dejaré a los chicos vivir una vida más tranquila. Y a tus nietos, que poco conociste, descubrir los momentos que hacen creer en la felicidad antes de envejecer. He sido feliz, creo que estoy contento, a pesar de que creo tener en este momento una lágrima bajando por mi mejilla. Es difícil (sobre-) vivir así, quiero dejar de temblar, quiero estar tranquilo. Quiero estar sereno.

Ya no sé si volveré a escribir, como bien sabes; me encantaba hacerlo.