martes, 6 de julio de 2010

Invisible – Parte 1: Tu dolor, mi placer.

(viene desde “Invisible – Prólogo”)

Siempre me he preguntado; cómo empecé a ser un asesino? – al escuchar esta pregunta en mi mente, inmediatamente me imagino en una entrevista de un extraño canal de televisión por tan peculiar y excitante adicción.

Supongo que esta sed acumulada me hizo empezar a pelear hace más de diez años atrás; y a sentir lo que es tener poder sobre otros. Al principio seguramente surgió por un sentimiento de inferioridad.; .. o quizá uno de superioridad incipiente.

En esos primeros años solía salir de algunas peleas con la cara ensangrentada y corriendo.. pero riéndome; esperando sanar lo más rápido posible y recordando los mejores golpes que había dado. Obviamente; nunca peleaba limpio; golpeaba genitales, hundía mis pulgares en orbitas oculares, rompía dedos y desde luego: mordía.

Desde luego que había víctimas fáciles, pero las difíciles eran lo más satisfactorio. Eso mismo hizo que no pasara mucho tiempo y considerara ir a ejercitarme con pesas y practicar algunos movimientos. Este me dio más fuerza, mas resistencia. Lograba someter a personas que antes no.

Fue casi un año de aprendizaje, mucha práctica de campo; y desde luego: de placer. Irónicamente, me di cuenta, que un mejor físico era lo que menos buscaba; no quería verme seguro. Quería crear una mejor trampa.

Luego de medio año deje de levantar pesas; que gracia tenia? Quería menos sospecha, quería que lucharan pensando que ganarían y ver que esa seguridad que sentían se les escapaba de la mirada. El verme indefenso, me volvía más invisible. Sería un paso más.

Seguro mi mente; siempre tan rápida, hizo que esa fuera la razón para casarme hace dos años: nadie sospecha que un padre de familia, felizmente casado, se arriesgara a cometer un crimen. Otra capa más para el disfraz perfecto.

Con más tiempo adelgacé como quería, ya no me veía tan muscular, pero no había perdido la agilidad; el saber dónde golpear. Me di cuenta que lo principal es saber el punto exacto donde hacer daño.

Fue entonces cuando pensé: Que más certero para dar en un punto preciso que algo afilado?

Una pequeña navaja; sería mucho más fácil.

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